El teléfono celular, en sus orígenes un simple dispositivo para la comunicación oral a distancia, se ha transformado en uno de los artefactos sociotécnicos más influyentes de la historia moderna. Su papel ha trascendido la mera transmisión de voz, para convertirse en una interfaz multifuncional que articula procesos de comunicación interpersonal, interacción social, producción cultural y circulación de conocimientos.
Desde las teorías fundacionales de la comunicación, como las de Harold Lasswell y Shannon & Weaver, hasta los enfoques más contemporáneos como los de Manuel Castells, Marshall McLuhan y Henry Jenkins, el celular se ha ido resignificando no solo como canal, sino como actor comunicativo. Hoy, hablar de “teléfono celular” es hablar de redes, plataformas, narrativas transmedia, economía de la atención, y cibercultura.
Del medio al metadispositivo: redefiniendo al teléfono celular
En su forma más básica, el celular cumple con los elementos de la fórmula de Lasswell: “¿Quién dice qué, por qué canal, a quién y con qué efecto?” Pero, en el contexto contemporáneo, el celular no es solo “el canal”. Es simultáneamente el emisor, el canal, el receptor y el contenido. Un nodo comunicacional que permite la bidireccionalidad inmediata, el acceso a múltiples códigos, y una conexión global y permanente. Marshall McLuhan, en su célebre tesis del “medio como mensaje”, anticipaba este fenómeno al señalar que los medios no solo transmiten contenidos, sino que transforman nuestras formas de percepción y nuestras relaciones sociales. El celular ha reformulado el tiempo, el espacio y la noción de presencia: hoy se está “presente” en la interacción digital más que en la física.
Teléfono celular como agente de interacción social
Desde la teoría de la Interacción Simbólica (George H. Mead, Herbert Blumer), el celular es una extensión del yo social. No solo facilita el contacto, sino que construye identidades. Las selfies, los estados de WhatsApp, los perfiles de Instagram o las historias en TikTok son actos de performance comunicativa donde las personas proyectan narrativas, emociones y símbolos de pertenencia. Asimismo, el celular redefine el espacio público y privado. Las zonas de comunicación líquida (Zygmunt Bauman) provocan que los límites entre lo íntimo y lo colectivo se desdibujen, generando una hiperconectividad constante pero también nuevas formas de vigilancia, presión social, ansiedad y alienación.
El celular como espacio de conocimiento y alfabetización digital
Desde una perspectiva sociocultural, y siguiendo a autores como Paulo Freire o Lev Vygotsky, el celular es una herramienta que puede ser usada para la liberación cognitiva o la dependencia acrítica. A través del internet móvil, se democratiza el acceso a la información, pero también se amplifican las burbujas informativas, la desinformación y el infoentretenimiento superficial.
La teoría de la convergencia de Henry Jenkins nos permite entender el celular como un espacio donde convergen medios tradicionales, plataformas digitales, experiencias de usuario y contenidos colaborativos. Hoy, la producción de conocimiento ya no es vertical ni exclusiva: es horizontal, viral, y participativa.
Redes, algoritmos y economía de la atención
En la línea de Manuel Castells y su “sociedad red”, el celular es el nodo de conexión a redes globales en tiempo real. Los algoritmos deciden qué vemos, qué leemos y a quién escuchamos. Esto configura una ecología mediática algorítmica, donde el celular actúa como filtro de realidad. Además, vivimos en una “economía de la atención” (Davenport & Beck, 2001) en la que el celular es el principal captador de foco. Las plataformas de redes sociales están diseñadas para maximizar el tiempo de uso, lo cual convierte al celular en un espacio de consumo compulsivo y de exposición permanente a flujos simbólicos, muchas veces manipulados o polarizados.
Implicancias éticas y desafíos comunicativos
Desde la ética de la comunicación (Habermas), el celular plantea dilemas en torno a la verdad, la transparencia, la manipulación, la privacidad y el consentimiento. La comunicación mediada por celulares necesita nuevos marcos regulatorios y, sobre todo, una educación crítica para el uso responsable y reflexivo de la tecnología.
El celular como nuevo “órgano comunicante” del ser humano. Hoy más que nunca, el celular ha dejado de ser un “teléfono” en sentido técnico. Es un órgano comunicativo postmoderno, una prótesis cultural que amplía nuestras capacidades cognitivas, afectivas, políticas y sociales. Desde la teoría de la comunicación, debemos comprenderlo no solo como un objeto, sino como un ecosistema: un entorno simbólico en el que se juega la construcción del sentido, la verdad y la convivencia humana.
Referencias:
McLuhan, M. (1964). Understanding Media: The Extensions of Man.
Castells, M. (2009). Communication Power.
Jenkins, H. (2006). Convergence Culture: Where Old and New Media Collide.
Habermas, J. (1984). The Theory of Communicative Action.
Bauman, Z. (2000). Liquid Modernity.
Mead, G. H. (1934). Mind, Self and Society.